domingo, 6 de diciembre de 2009
El presidente de Google Inc. dice cómo Google puede ayudar a los diarios
Es el año 2015. El aparato compacto que sostengo deposita el mundo en la palma de mi mano, noticia por noticia. Hojeo mis periódicos y revistas favoritos con imágenes tan nítidas como las impresas, sin una desesperante espera cada vez que se carga una página.
Mejor aún, el aparato sabe quién soy, qué es lo que me gusta y lo qué ya he leído. Así que mientras recibo todas las noticias y comentarios, también veo artículos relacionados con mis intereses. Leo una nota de salud en The Wall Street Journal y un artículo sobre Irak en el diario egipcio Al Gomhuria, traducido del árabe. Toco la pantalla con mi dedo, diciéndole a los cerebros informáticos del aparato que esta fue una buena sugerencia.
Algunos de estos artículos forman parte de un paquete mensual de suscripción. Otros, en los que la sinopsis me conquistó, cuestan algunos centavos más que se cobran a mi cuenta. Otros están disponibles sin costo alguno, pagados por los anunciantes. Pero estos avisos no son promociones estáticas para productos que nunca usaré. Al igual que las noticias, la publicidad está hecha a mi medida. Los anunciantes están dispuestos a desprenderse de mucho dinero por este tipo de especificidad.
Esta visión aún está lejos de lo que ocurre hoy. La tecnología actual, en este caso el diario físico en donde se publica esta columna, puede ser relativamente vieja, pero es un modelo de simplicidad y velocidad en comparación con lo que significa leer noticias en Internet. Puedo moverme entre las páginas mucho más rápido en la edición física de The Wall Street Journal que en la virtual y cada vez que regreso a un sitio Web soy tratado como un extraño.
Así que cuando pienso en la crisis que atraviesan los diarios, es aquí donde empiezo, en una tecnología tradicional que pasa apuros para adaptarse a un nuevo mundo hostil. Es una historia conocida: el arribo de la radio y la televisión iniciaron el declive en la circulación de los periódicos. Los vespertinos fueron las primeras víctimas. Luego, la llegada de los medios de 24 horas transformó lo que estaba en los matutinos en noticias viejas, literalmente viejas.
Ahora, Internet ha reducido todo el paquete de noticias a artículos que son leídos individualmente, encontrados a través de un blog o un motor de búsqueda y abandonados si no hay una buena razón para seguir ahí una vez que se termina de leerlos. Es lo que llamamos internamente la unidad atómica de consumo.
Por doloroso que esto sea para los periódicos y revistas, las presiones sobre sus ingresos publicitarios por parte de Internet están causando un daño aún mayor. Una empresa que quería promocionar un producto en San Francisco solía tener que optar entre un anuncio en el Chronicle o el Examiner (los dos diarios más importantes de la ciudad). Luego apareció Craigslist e hizo posible obtener clasificados locales de manera gratuita, seguido por eBay y sitios Web especializados. Ahora, los motores de búsqueda como Google conectan a los anunciantes directamente con los consumidores que buscan lo que ellos ofrecen.
En medio de la caída de los ingresos y disminución de los recursos, los frustrados ejecutivos de la industria buscan un chivo expiatorio. Buena parte de su ira se ha dirigido contra Google, a quien consideran como la parte que está recibiendo todos los beneficios de la relación de negocios sin entregar mucho a cambio. Los hechos, en mi opinión, sugieren que estas acusaciones no son válidas.
Google es una gran fuente de promoción. Enviamos a los sitios de noticias en Internet cerca de 1.000 millones de clics mensuales desde Google News y más de 3.000 millones de visitas adicionales desde nuestros demás servicios, como las búsquedas y iGoogle. Estamos hablando de 100.000 oportunidades por minuto para ganar lectores leales y generar ingresos, gratis. En cuanto a los derechos de autor, otro tema espinoso, nos limitamos a mostrar el titular y un par de líneas de cada artículo. Si los lectores desean leerlo, tienen que hacer clic y entrar al sitio del diario. (La excepción son las notas que almacenamos a través de un acuerdo de licencia con los servicios de noticias) y, si lo desean, las casas editoriales pueden retirar su contenido de nuestro índice de búsqueda o de Google News.
La acusación de que obtenemos jugosas ganancias a costa de los periódicos tampoco se asemeja a la realidad. En las búsquedas, nuestra principal fuente de ingresos es la publicidad de productos. Alguien escribe cámara digital en su computadora y saltan anuncios de cámaras digitales. Una búsqueda típica de noticias, Afganistán por ejemplo, podría generar pocos anuncios, si es que sale alguno. Los ingresos generados por los anuncios que se muestran junto a las búsquedas de noticias representan una diminuta fracción de nuestros ingresos por búsquedas.
Es comprensible que se busque un culpable, pero como dijo Rupert Murdoch, la verdadera amenaza a la industria de las noticias no es la tecnología, sino la complacencia causada por los antiguos monopolios. Reconocemos, sin embargo, que una crisis de las noticias no es sólo una crisis para la industria de los diarios. El flujo de información certera, visiones distintas y análisis adecuado es fundamental para el funcionamiento de una democracia. También reconocemos que ha sido difícil para los diarios obtener dinero de su contenido en línea. Pero al igual que no hay una sola causa de los problemas actuales de la industria no hay una sola solución. Deseamos colaborar con las casas editoriales para ayudarlas a crear audiencias más grandes, lectores más interesados y ganar más dinero.
Para hacer frente a ese reto hay que usar la tecnología para desarrollar nuevas formas de llegar a los lectores y mantenerlos interesados por más tiempo, así como nuevas formas para incrementar los ingresos combinando el acceso pagado y el gratuito. Creo que también exige un cambio en el tono del debate, un reconocimiento de que todos tenemos que trabajar juntos para cumplir la promesa del periodismo en la era digital.
Google toma en serio la parte que le corresponde. Hemos estado probando con más de tres decenas de socios de la industria periodística, un servicios llamado Google Fast Flip. La teoría, que parece funcionar en la práctica, es que si facilitamos la lectura de los artículos, la gente leerá más. Nuestros socios recibirán la mayoría de los ingresos generados por la publicidad que aparezca al lado de las noticias.
Tampoco hay que elegir, como algunos diarios parecen creer, entre cobrar por el acceso a su contenido en Internet o mantener los enlaces a sus artículos en Google News y Google Search. Pueden hacer ambos.
Este es un inicio. Pero juntos podemos avanzar mucho más hacia ese aparato de noticias fantástico que mencioné al principio de la columna. La aceleración en la sofisticación de los teléfonos celulares ofrece un potencial tremendo. A medida que una mayor cantidad de estos teléfonos se conecten a Internet, se van convirtiendo en aparatos de lectura, donde hay artículos, reseñas de negocios y publicidad. Estos celulares saben dónde está usted y le pueden proveer información geográfica relevante. Habrá más noticias, más opinión y más oportunidades para el debate en el futuro, no menos.
Los mejores diarios siempre han sido un espejo de sus comunidades. Ahora, pueden ofrecer un lugar digital para que sus lectores se congreguen y dialoguen. Y tal como hemos visto diferentes modelos de pago para la televisión, a medida que las elecciones se han incrementado y han aparecido nuevos proveedores, creo que ocurrirá lo mismo con las noticias. Podríamos fácilmente concebir un acceso gratuito para el contenido masivo, financiado por la publicidad a la par con el equivalente de una suscripción y pago por ver para material orientado a una audiencia de nicho.
Ciertamente no creo que Internet represente la muerte de las noticias. A través de la innovación y la tecnología pueden perdurar con renovada rentabilidad y vitalidad. Como dice la canción, el video no mató a la estrella de radio, sino que dio vida a toda una nueva industria.
Eric Schmidt, presidente de Google Inc.
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